La Modista: Venganza «Haute Couture»

 

Me duele pagar 9€ por ver una película.

Aunque me encuentre cómodamente sentada en una sala bien acondicionada y exenta de elementos discordantes -niños que lloran, ruidos de bolsas, toses, murmullos y sonidos ajenos a la filmación-, me duele soltar ese dinero.

Sin embargo, ese dolor que me anquilosa la mano en el momento de sacar el  monedero,  se desvanece si, a medida que van pasando los fotogramas, la historia me engancha y me hace sentir que estoy ante algo diferente, raro, encantador y entretenido.

Era domingo. Un fin de semana de recorridos a pie por la ciudad (como ha de ser) pero sin rumbo fijo.

No fui yo quien propuso hacernos un cine sino la persona que venía conmigo, cuyos ojos recorrían desesperados la cartelera en busca de la película que empezara en ese preciso instante para dar descanso a sus pies, a sus piernas y hasta a sus lumbares.

Teníamos dos opciones pero no hubo discusión. Aceptó mi elección sin rechistar, quizás para no perder más tiempo en pie ante la taquilla.

Dos cosas llamaron mi atención para escoger «La modista«: la palabra venganza a modo de «tag» etiquetando el tema central de la película. Y la figura de una Kate Winslet, protagonista de otras películas que me gustaron en su día, -como El lector o Iris, armada con una Singer y elegantemente vestida estilo años 50 en una foto con fondo de western.

La modista (The Dressmaker)

Me gustan las películas con venganza incluida.

Es posible que la venganza sea la única forma de satisfacción que espera tener el ser humano cuando considera que se ha obrado injustamente con él. No tiene porqué ser un venganza sangrienta y cruel, como en Kill Bill.   Es suficiente con que te deje la sensación de haber puesto las cosas en su sitio.

Esa es la recompensa que busca la protagonista de esta historia: poner las cosas en su sitio tras un incidente ocurrido en su niñez. Así que, sosteniendo una máquina de coser Singer, vuelve a su pequeño pueblo de origen, donde sus habitantes, aburridos de sus propias vidas,  ocupan sus días alimentando frustraciones, envidias y resentimientos.

A veces las carencias se suplen proyectando maldad. Y a veces la maldad genera venganza. Pero esta mujer es tanto o más excéntrica que el resto de personajes, por lo que la manera de desquitarse del resto provoca situaciones y momentos incluso divertidos, gracias sobre todo a los papeles de la madre de ella y del policía.

Pienso que el desagravio que ella busca no es un castigo ni mucho menos sangriento, pero sí una vindicación a algo acontecido en el pasado. Y teje, o más bien cose, una revancha hecha a medida, elegante y , al final, incluso alegremente devastadora. Porque el interior de algunas personas no cambia por mucho que modifiquen y adornen su aspecto exterior.

 

Yo tampoco Speak English

Es comprensible que no siempre los escritores logren la excelencia en todas sus producciones.

Entiendo que a los autores ya consagrados o con algo de reconocimiento literario se les pida la misma calidad en todo o que hacen pero eso, como es natural, no siempre es posible. Al fin y al cabo son personas que viven de su creatividad y la creatividad a veces se vuelve perezosa.

En momentos de pereza creativa sólo los que ya son conocidos salen adelante y los disculpamos porque una obra menor dentro de todo su historial bibliográfico no ha de desmerecerlos.

Pienso por ejemplo en la novela de uno de mis autores preferidos, G. García Márquez. Su «Historia de mis putas tristes», me dejó una sensación de tristeza porque entre sus páginas ya no reconocí a ese narrador entrañable que tanto me había hecho disfrutar con sus grandes historias de amores contrariados ni encontraba en ellas esa fantasía fascinante a la hora de explicarlas.

Que no me gustara dicha novela entre todas las demás no quita para considerarlo uno de los mejores, ni decir por supuesto que me defraudara como escritor.

Es por eso que no diré que la novela «L’estiu de l’anglès» (El verano del inglés) de Carme Riera, me haya parecido mala. Floja sí, si la comparo con otras novelas suyas, y con un final un poco aburrido que deja sin resolver las expectativas del misterio y pseudoterror con el que crees que te vas a encontrar.

Hasta casi la mitad el libro se lee bastante rápido porque ella misma le da ritmo narrativo al misterio que está planteando, pero llegados a un punto central de la historia empiezas a cansarte. Y es que ese misterio no va a más y el desenlace sorprendente no lo ves ni asomar.

Parece como si la autora no tuviera ganas de seguir desarrollando más la trama y daba vueltas a lo mismo para conseguir un mínimo de páginas escritas. Y es aquí donde me pregunto si a veces los escritores publican por encargo u obligados por la necesidad o por sus editoriales.

Es una pena porque la trama se anunciaba divertida: por motivos laborales una mujer madura necesita aprender de una vez por todas el odioso idioma de Shakespeare (con el que los españoles tenemos un conflicto ya no generacional sino genético, diría yo) y se lanza a la aventura de unas clases de verano en casa de una señora inglesa. La ambientación: Una casa apartada, una señora corpulenta y de carácter muy raro, situaciones un tanto sospechosas… De golpe piensas si no te estás adentrando en un relato a lo Stephen King en «Misery».  Y entonces te animas a seguir. Y puede que ese sea el problema, esperar que una situación normal acabe en una historia angustiante como aquella. Sin embargo, la narración avanza desde situaciones raras con toques de humor y ciertas críticas sociales nada despreciables a un esbozo de terror psicológico que no pasa de esbozo porque, desgraciadamente, se queda estancado ahí y no desarrolla nada bien ese estilo.

Llegando al final del libro (que se lee rápido por cierto) me quedo con la sensación de que me he perdido algo, que no es posible que esta escritora haya publicado algo así de lectura plana, sin una intención que vaya más allá de mostrar una extraña experiencia con la excusa del turismo idiomático como ambiente de fondo.

¿Y si realmente en ese final, aparentemente soso y falto de desarrollo, hubiera algo que me ha pasado desapercibido? Y si la protagonista que narra la historia no fuera tan inocente como aparenta en su relato? Y si  su afán por aprender inglés en un mes la ha llevado a desquiciarse psíquicamente?

Quizás ahí se encuentra el misterio de esta novelita.

L'estiu de l'anglès

Still Alice: Apoyo y cariño

A algunas personas no les gusta ver películas que muestren dramas o  traten temas sensibles y prefieren escoger temáticas que no les hagan pensar, sólo pasar el rato, reír y olvidar problemas. Es una opción totalmente respetable y también necesaria dentro del abanico de propuestas cinematográficas. Al fin y al cabo, el objetivo final de todas es mover sentimientos a través de risas, lloros, indignación, pánico e incluso indiferencia.

A mí hay películas que me han dejado totalmente indiferente e incluso hay temas que no me interesan para nada. Pero ¿a quién no le puede interesar la historia que plantea Still Alice?

Una película como Still Alice no puede dejar indiferente a nadie. No  pretende ser  un drama de lágrima fácil aprovechando un tema tan delicado como es la enfermedad de Alzheimer.  No se regodea en el proceso degenerativo de quienes lo padecen. Ni creo tampoco que intente aleccionar sobre el comportamiento a seguir ante una situación tan terrible como la que se da con esa enfermedad.

Es sencillamente una película de solidaridad y reconocimiento de un problema actual. Trata de las personas que viven y conviven con algo tan duro como es el deterioro cognitivo. Y lo trata con sutileza y sensibilidad, pero sin dejar de lado la realidad, desde distintos puntos de vista: la protagonista consciente de su enfermedad; el marido cariñoso y paciente pero no lo suficientemente fuerte como para sacrificarlo todo por un futuro donde sólo existe el olvido; los hijos que asumen el problema de manera distinta, unos aceptan la situación pero siguen su vida, sin dramas pero sin sacrificar nada, otros (como el caso de una de las hijas) sacrificándolo todo sencillamente porque ante el dolor de esa pérdida paulatina sólo te queda el cariño para soportarlo.

No se señala a nadie con el dedo ni se juzgan actitudes. Eso sí, y quizás es un punto remarcable: la historia se centra en una mujer con un nivel intelectual elevado que asume la enfermedad  e intenta luchar contra lo inevitable de la mejor manera posible. No en todos los casos los enfermos de Alzheimer tienen esta capacidad de asunción de su deterioro, no todos tienen un diagnóstico precoz, ni tienen la edad de la protagonista,  ni la situación familiar, social o económica; pero bueno, la idea del filme es acercarnos al problema desde el propio enfermo y desde los sentimientos.

Asociamos la pérdida de memoria a las edades más avanzadas pero ¿qué sabemos del deterioro cognitivo? ¿Qué hacer ante una situación tan triste como la pérdida de memoria hasta el punto de no ser capaz de recordar nada en absoluto?. La pérdida de los recuerdos y de la propia identidad es de  lo más horroroso que puede sucederle a un ser humano. Convivir con eso es muy duro pero ¿cómo se siente un enfermo de Alzheimer?

La conclusión, que no la solución, la ofrece la misma película en dos palabras: Apoyo y cariño.    Apoyo social y cariño familiar.

Todos los afectados por este mal necesitan cariño y comprensión pero también apoyo para sus familias y los numerosos cuidados que necesitan. Porque las familias también padecen la enfermedad junto a los propios afectados por ella. Sus vidas y sus sentimientos cambian.

Still Alice nos hace reflexionar sobre estos detalles pero sin sensiblerías. Porque la vida continúa hasta que morimos y quienes padecen este mal siguen siendo todavía personas, personas que un día se reconocían bajo el nombre de Alice o Iris -porque no es la primera vez que el cine trata un tema así bajo un nombre de mujer-. Y siempre serán recordadas por sus seres queridos como la persona que fueron antes de la enfermedad.

Sobre la actuación de la actriz protagonista, Julianne Moore, qué decir… que ha obtenido un merecido Oscar por esa interpretación tan natural y lograda. De la misma manera que me ha sorprendido aquí por su profundidad emocional la recuerdo poniendo misma intensidad en sus papeles protagonistas  en Las Horas , en Chloe o en una algo dislocada película sobre las estrellas de Hollywood, Maps to the Stars

Quién habla de problemas?

Es habitual asociar verano con vacaciones y descanso: tumbonas y barrigas al sol, sudor, playa, piscina, sueños pegajosos, ropas ligeras, bebidas refrescantes. Un no hacer nada que comporte esfuerzos. Para muchos vacaciones también significa viajes y el acto de viajar, desde el punto de vista del gusto por visitar cosas y soportar madrugones y caminatas, ya supone un esfuerzo, del que sería necesario recuperarse con otro tipo de vacaciones, dígase  un retiro o una hospitalización.

Hay gente que asocia el descanso del período vacacional con el disfrute de la lectura de libros. Pero eso, bien pensado, también supone un esfuerzo; por un lado físico, para ir de un lado a otro acarreando los libros que te quieres leer (o el ebook y su cargador) y, por otro, mental, para concentrarte en lo que lees a pesar de las circunstancias externas; calor, gente, exceso de sudoración y chapuzones constantes que recompongan la temperatura corporal.

Y es que a 40ºC y con los sesos echándote humo cuesta mucho concentrarse y pasar páginas…leer y releer la misma frase o, lo que es peor, el mismo fragmento mientras escuchas el murmullo risueño de quienes se deleitan sin hacer nada provechoso. Y qué decir de la pérdida de ese tiempo de ocio sabiendo que de ese tocho que tienes entre manos ya se está rodando la película…

La industria editorial, consciente de la existencia de este nicho de mercado: el lector que sufre de aburrimiento estival,  ha encontrado el producto adecuado, etiquetado como  «lecturas veraniegas» para que reconozcamos, tanto en librerías como en bibliotecas, esas verdaderas joyas que no nos hacen pensar demasiado; que nos mantienen con una sonrisita bobalicona mientras devoramos el ejemplar; que nos hacen desear que haya unas segundas y terceras partes para zamparnos toda la saga, como ocurre con esas series que nos descargamos por temporadas para verlas todas de una sentada.

De una sentada me leí el fin de semana pasado un libro de título poco atractivo, autora desconocida (al menos para mí) y portada llamativa.

Andaba husmeando por la biblioteca. Porque yo hace tiempo que leo de prestado o de mis «prestatges». Ya me había decidido por unas narraciones de Naguib Mahfuz cuando mis ojos se desviaron hacia el expositor de lecturas recomendadas para el mes de julio. La foto de tres muñequitas barbies en la portada de uno de ellos parecía reclamar mi atención. Y a pesar del título poco sugerente «Un pequeño problema» y una temática un poco insustancial, acabé soltando a Mafhuz para salir con el de la tal Ana Viladomiu dentro del bolso.

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Y es que yo ese fin de semana pensaba pasarlo tostándome al sol en la playa, y que el tostadero es muy aburrido sin libro o música que te acompañe. Que ese libro me venía bien porque era fácil de llevar, de tema intrascendente y ambientado en Barcelona. Que vamos, que quería darle una oportunidad a la primera novela escrita por esta mujer del Passeig de Gràcia, como se presentó en youtube para promocionarse.

El ambiente y los personajes se circunscriben a un estereotipo de mujer «pija» con el que no me siento identificada. Hay situaciones un tanto «poco creíbles» o creíbles en ambientes concretos y entre cierto tipo de personas. Sin embargo la manera de desarrollar la historia sí que me atrapó y he de decir que entre un sábado y un domingo me la leí de cabo a rabo.

Con la excusa de un reencuentro para recibir una herencia, dos amigas repasan sus vidas. Rita y Carola (nombres por cierto bastante pijos para ser catalanas) van intercalando sus pensamientos y experiencias en esos más de veinte años que llevan sin verse. Pero no se lo cuentan la una a la otra. Nos lo cuentan a nosotros, el lector, a modo de reflexión y confesión personal.

Me llamó la atención la manera de estructurar la narración. No hay capítulos, pero sí hay cortes cada vez que «relata» una de las protagonistas. Los cortes vienen indicados por turnos de narración de cada una de las protagonistas (encabezados con su nombre, Rita, Carola)  y siempre usa el mismo esquema: cada una de ellas inicia su narración a partir de la última frase o palabra con el que acaba su turno de narración la otra protagonista.

No sé si hay otro nombre especifico para este recurso literario, para mí viene a ser una especie de anáfora. Pero lo encontré muy bien traído en cada momento, haciéndome la lectura más amena.

Por lo demás, una historia sencilla, sin altibajos fuertes, ligera y con algún momento divertido también. En definitiva no sé cuál era el pequeño problema al que se refiere el título. Quizás a las banalidades que preocupan a cierto tipo de mujeres?

Si fuera eso es posible que haya algo de cierto en una de las frases de la contraportada: «.. dos mujeres que parecen sacadas de una buena adaptación española de Sexo en Nueva York…» aunque más bien exageran, pero bueno… tienen que vender el libro y la palabra «sexo» vende, aunque en el libro hay poco de eso.

Un truño es un truño

Me decanté por leer un segundo libro de la belga Amèlie Nothomb porque el primero que leí de ella » Cosmètique de l’ennemi», me gustó. No diré que me fascinó pero sí que me pareció original (a pesar de la incomodidad de leerlo en un pdf  y perderme, con algunas expresiones, aspectos de un discurso algo complicado ya que me lo descargué en francés).

No sabía exactamente qué me encontraría al escoger Barba Azul como siguiente lectura.

La barbaazul. nothombsinopsis ensalzaba la personalidad de su autora e indicaba que era una «novela de humor y horror» inspirada en la fábula de Charles Perrault. 

 

 

Nada más comenzar, visualicé la obra enmarcada en un escenario teatral donde el elemento principal era todo ese diálogo entre Elemirio y Saturnine. Pero es que esa misma sensación la tienes cuando lees la Cosmética del enemigo, donde aparecen elementos y detalles comunes. El aristócrata psicótico y asesino de Barba Azul, Elemirio, viene a ser como el perturbado Textor Texel de Cosmética del enemigo, que se presenta como asesino y violador,  y sus contrincantes, Saturnine en un caso, y Angust en el otro, vienen a ser los interlocutores que ayudan a desembuchar toda la erudición y cierta ironía de que hace gala la Nothomb.

Reconozco en Barba Azul elementos repetidos de esa otra novela. Un inicio misterioso por lo inusual. Eso es bueno para toda obra que se precie.  Los dos textos son dialogados. Los diálogos son un intento de diseccionar al contrario con cuestiones filosóficas donde siempre aparece el tema del amor y la muerte. La espiritualidad metafísica también anda por ahí en medio. El enfrentamiento dialéctico entre los dos protagonistas es similar, ¿la bondad y la maldad humanas enfrentadas cara a cara? La sensación de desconcierto te abruma por el exceso de erudición y la poca descripción psicológica de los personajes que obliga al lector a intentar dar explicación a lo que está leyendo.

Así como el final de su «Cosmética» me pareció un final redondo y adecuado a la tensión que había ido tejiendo a lo largo de la narración, el final de Barba Azul me ha parecido… un truño.

Quizás mi mente no está preparada para ese tipo de obra. Hasta cierto momento creía que todo iba enlazando con lógica pero a medida que avanzaba me perdía entre tanta exquisitez de marcas de champagne, suculentos platos y disquisiciones sobre valores metafísicos y cromáticos y esa obsesiva asociación del amarillo y el oro con Saturnine. Como con el final de la historia me he quedado fría, he echado mano de comentarios en internet, a ver qué decían otros que no fueran precisamente editoriales o críticos de publicaciones interesadas en vender el producto y, al menos ahora, me siento más reconfortada al comprobar que mi opinión no dista de la de otros.

En fin, que me he leído un truño. Y me lo he leído hasta el final sólo por una cuestión de curiosidad. La misma curiosidad que mató a las ocho «coinquilinas» de esta historia por saber qué había en la habitación oscura del sr. Elemirio. Esa misma curiosidad las dejó frías como a mí.

Y es que en esa habitación no había nada. Era una trampa mortal. Exactamente igual que lo es esta novela dialogada. Una trampa para vender otro libro más de esta señora que,  por lo visto es muy prolífica escribiendo.

Si hay un guiño a Perrault es quizás en esa Saturnine que me hizo pensar en una Caperucita Roja que acabaría con el lobo. Pero vamos que me lo hizo pensar al final del libro cuando intentaba comprender el porqué de ese final.

Y miro de nuevo la sinopsis de la Editorial Anagrama y veo que dice: «Una bella pirueta que en ocasiones nos hace pensar en Higiene del asesino»  Quizás éste sea mejor, no lo pongo en duda porque parece ser que fue su primera creación, pero, de momento, dejo aparcado mi  interés por la Nothomb.